martes, 19 de julio de 2011

Hotel Flamenco / Primera Puerta / Theo Kärismah: La Teoría del Círculo (2)

"Cuanto más precisa sea esta reglamentación del movimiento en el Espacio y el Tiempo, cuanto más se fraccionen y descompongan los movimientos, menor será la posibilidad del individuo de intervenir en los mismos, reduciéndose el factor de aleatoriedad e incertidumbre sobre el resultado final."

Jose Antonio Pérez / Manual Práctico para la Desobediencia Civil.


dos

Mi primo Piotr activa el modo de grabación de audio y dice:

—Uno-dos, uno-dos, probando, probando...

El gatito maúlla desde el interior de la bolsa, y a mí no se me ocurre nada interesante que decir cuando Piotr me pone el móvil en los morros.

—Estos son tus quince segundos de fama. Lo tomas o lo dejas. —Dice, y al ver que permanezco en silencio, añade— ¡Otro Don Nadie que deja escapar la oportunidad de su vida, señoras y señores! ¿Se le habrá comido la lengua el gato?

Si esto fuera una serie de televisión, las risas enlatadas harían su agosto. Lástima que noviembre esté dando ya sus primeros pasos.


Mi primo Piotr consigue cosas. Se le da bien. Si le preguntas cómo o dónde consigue el género, dirá:

—Vaya, otro con ínfulas de odontólogo caballuno... Son 300 Arkos. Al contado. Gracias.


Dos pequeñas orejas felinas asoman desde la parte superior de la entreabierta bolsa de plástico. Parece que a mi "regalo" no le atrae demasiado la idea de abandonar su cálido refugio. Y no le culpo.


¿Necesitas un ordenador portátil que incluya el software necesario para traficar con pornografía infantil en la red? 600 Arkos, por favor.

¿Necesitas una bicicleta de montaña? 75 Arkos, por favor. Sí, esas manchitas rojas desaparecerán con un poco de aguarrás. ¿Sangre? Deja, deja, qué va a ser eso sangre, hombreporfavor...


La pequeña cabecita aparece, y dos ojos marrones me observan sin miedo. Tiene los bigotes pintados de naranja fluorescente.


¿Necesitas una fotografía tomada desde el avión que impactó contra el Museo Quimalia hace un año? 150 Arkos. Copias adicionales a 25 cada una. Y te regalo un marco.

¿Necesitas una blusa hipermegafashion que combine maravillosamente bien con la falda de vuelo que te regaló tu ex-novio antes de que le pisara la cabeza ese autobús? 90 Arkos, por favor. El precio incluye un plus de peligrosidad de 15 Arkos, gracias.

Si cometes la insensatez de preguntar a Piotr a qué se dedica, dirá:

—Intento aspirar tanto aire como me sea posible...

O:

—Trato de sentir la rotación de la tierra sobre su mismo eje.

O:

—Si eres de esos a los que les gusta soltar frases del estilo de: “Si tus palabras no van a ser más hermosas que el silencio, no las pronuncies”, tú y yo no tenemos ningún futuro.

Mi teléfono móvil suena, mi primo Piotr activa el modo de grabación y dice:

—Señoras y caballeros, nos encontramos con el Ministro de Expresión Pública del Honorable Gobierno de Arkadia, el Excelentísimo Sr. Cánker Pota... Sr. Pota, ¿sería usted tan amable de explicarnos los últimos recortes en Educación, I+D y Asuntos Sociales que su Gobierno está tratando de aprobar en el Parlamento de Megalópolis? —Y le pone la grabadora-móvil en los morros al gato.


¿Necesitas una muestra de Gas Venenoso TZX-78? 1.500 Arkos, envase estanco incluido.
¿Un mechón del cabello ensangrentado de tu rockero favorito, el que se pegó un tiro en la cabeza hace un mes en circunstancias poco claras? 700 Arkos, por favor, y de regalo 0.05 gramos de masa encefálica.


—Meeeeooooowwwww... —Dice el gato, y mira divertido a Piotr, mi primo; éste me mira a mí, y yo imagino que, tarde o temprano, Zenón Kaos aparecerá de la nada para mostrarnos el camino a seguir.

—Frenopático Municipal, buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle? —Digo al descolgar el teléfono.

—¡Por fin! ¿Pero puede saberse dónde te metes, malandrín? —dice la voz—. Escúchame bien porque no tengo la menor intención de repetírtelo, ¿de acuerdo? Quiero 200.000 Arkos, y los quiero en billetes sin mácula dentro de un sobre lacado. El sobre, recuerda esto, lo esconderás en un par de calcetines sucios. Si no tienes, si están todos limpios, arréate un par de vueltas a la manzana corriendo y disfrazado de Papá Noel. Si para cuando has terminado los calcetines no apestan, te devuelvo el dinero. Y te regalo a mi perro.

—¿Pero qué…? —Digo, antes de que la voz me interrumpa. 

—¿Peroqué? ¿Peroquéperoqué? ¿Peroquéperoquéperoqué? ¿No podrías ser un poco más original? ¿Acaso has olvidado también que los ratones chillan hasta el mismo momento en que estallan dentro del microondas? No, tanto salto adelante y atrás en el tiempo no puede ser bueno. Ni los rayos, ni los relámpagos, ni las vacas quemadas a cientos, ni las cajas que descargan cada catorce, de madrugada, en el puerto. Se estrecha, ¿sabes? Se está estrechando, y él no podrá hacer nada para impedirlo. ¿Me regalas tu corbata? ¿Y tu alma? ¿Y tu…?

La comunicación se interrumpe.

—Señoras y Señores, con todos ustedes, por primera vez desde que salió del coma… ¡Theo Kä-ris-maaaaah! —Dice Piotr, le coge las manitas al gato y hace ver que aplaude con ellas, plas plas plas plas plas plas plas plas—¿Quién era? —y me pone la grabadora en los morros. El gato parece estar pasándoselo en grande.


“Alguien”, pienso.


—Ni idea. —Digo. 


tres

La situación actual es:

Poco después de que La Vieja Cegata me eche de la pensión, enciendo un cigarro en un banco del Parque Marsh. En el hombro derecho, el gatito me mordisquea la oreja con sus pequeños e incipientes colmillos; junto a mí, una bolsa de deporte grande con mis cosas. Piotr está de pie, practicando un nuevo movimiento de break, al tiempo que lía un gigantesco canuto de yerba.

—Maldita zorra. Mira que darte puerta por el puto gato... Con lo majo que se le ve, oye.
 
Las piernas de Piotr se mueven veloces, precisas y ligeras en sus cabriolas casi-imposibles. Menos mal que la oreja es de plástico.

—¿Y qué vas a hacer ahora? —Pregunta.

— Ojalá lo supiera.

—Lo que me faltaba a mí ahora, un gato... ¡Pá que empiece a cagar y mear por toas partes! Esta es una pensión seria, ¿oyes? ¡Seria! —Ha dicho La Vieja Cegata antes de cerrar la puerta y lanzar mis cosas desde la ventana del tercer piso.


En el patio trasero de la pensión hay un pequeño huerto, un cobertizo y seis cadáveres enterrados, pero mejor será que no se lo digas a nadie... Es un secreto.


—Puedes venir al Hotel, ya lo sabes... —Dice Piotr, sentándose en el suelo y encendiendo el canuto.


El gato se me sube a la cabeza y ahí se queda, en precario equilibrio, enredando sus uñas en mi pelo repleto de nudos. Tiene la cola teñida de verde, y en el lomo, alguien ha escrito las palabras: "No va a pasarte nada malo" con pintura azul.


Desde lo alto de un cercano balcón, un hombre joven observa a su hijo pequeño jugando en el parque.

Desde los otros balcones, la vecindad entera se vigila entre sí.
  

El gato resbala y cae sobre mi regazo, donde se queda tan pancho. Le acaricio el estómago con mi dedo pulgar en movimientos circulares.
           
El niño pequeño sube a lo alto de un tobogán, resbala y cae de cabeza al suelo, donde tres niños rubios aprovechan la ocasión para patearle repetidamente y vaciarle los bolsillos.
               
En el balcón, el hombre joven susurra: "Maldito imbécil", se da la vuelta y entra en el piso.

En el estómago felino que dulcemente acaricio, alguien ha escrito las palabras: "La Organización vela por ti", con pintura roja. 

El niño permanece en el suelo, inmóvil.

 

—¿Y bien? —Dice, desde el interior de la nebulosa de humo, la voz de mi primo.

—¿Queda muy lejos ese hotelucho tuyo? —Digo, y miro al gatito, que se ha quedado dormido sobre mis piernas.
             

Mañana, alguien encontrará a La Vieja Cegata con la cabeza metida en el horno, y no en una postura que indique que se encontraba ahí para dejarlo reluciente, precisamente.

Un accidente. A veces sucede, en serio.


Mi primo me observa, sorprendido. Y ríe.

Y ríe.


Y ríe.



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